5º Domingo del Tiempo Ordinario
Isaías 58,7-10 Salmo 112 (111) 1 Co 2,1-5 Mateo 5,13-16
Celebramos hoy, en este 5 de febrero el quinto domingo del tiempo ordinario. Como constatamos, el tiempo pasa muy rápido y las noticias de éste primer mes del año, parecieran avizorar un mundo oscuro y confuso. No es extraño encontrar que la mayoría de las noticia transmitidas por éstos medios hacen referencia a la violencia, la delincuencia, el homicidio, la falta de honestidad, los robos, el engaños antecedidos por malas decisiones que acompañadas de débil voluntad y poca fortaleza generan desconfianza en la comunidad; en otras palabras, muestran el pecado del mundo actual que oscurece el horizonte de nuestra existencia opacando tantas buenas acciones de hombres y mujeres que como nosotros, buscamos la paz, la fraternidad, la reconciliación.
Ante este mundo oscuro, la palabra de Dios que hemos escuchado hoy nos brinda una respuesta clara y contundente proveniente del Señor Jesús: “Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5,16). Jesús nos invita a hacer brillar nuestra luz delante de los hombres a través de obras buenas, de las buenas palabras, del testimonio cierto y verdadero que debemos dar como cristianos católicos. El Señor sabe que cada uno de nosotros es portador de bendición para los demás y de manera especial para los más necesitados.
Queridos hermanos, los invito a responder dos sencillas preguntas: ¿qué debemos hacer para que brille nuestra luz en un mundo tan oscuro? ¿Las pequeñas obras que realizamos alcanzan a iluminar la sociedad, el mundo en el que habitamos caracterizado por la oscuridad del pecado y la incoherencia de la vida? El profeta Isaías nos puede ayudar a responder: “No te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán enseguida” (Is 58,7-8).El mensaje es claro: somos luz cuando atendemos, acompañamos, cuidamos a nuestros semejantes, cuando con el testimonio de vida y la palabra oportuna “curamos” las heridas del cuerpo y del alma de tantos hombres y mujeres que caminan ciegos y sin destino alguno por la vida. Quizá no tengamos el impacto mediático que tienen las malas acciones que son conocidas por todos. Las buenas acciones que realizamos cada día, aunque anónimas y poco conocidas, sostienen este mundo y lo conducen hacia la gloria del Padre celestial, porque es el mismo Espíritu de Dios que con su poder hace que el mundo sea mejor.
Hay que mencionar, además, que las buenas acciones no solo repercuten en el bienestar de quien las recibe al constituirse como sal y luz que dan sabor y vida a este mundo; las buenas obras que realizamos por gracia de Dios, también producen en nosotros un efecto reparador y curador que nos anima y fortalece para continuar en la búsqueda del bien, de la caridad, del amor y de la paz, características fundamentales del reino de Dios. El Señor nos recuerda que el camino que repara y hace nueva nuestra vida brota de dejar actuar la gracia de Dios en la vida con obras de caridad, amor y generosidad.
No hay disculpa para dejar de hacer obras buenas, no hay excusa para aceptar la invitación del Señor a creer en el poder transformador de Dios a través de las buenas obras. Todos los días y en cada instante de nuestra jornada tenemos la posibilidad de ser buenos y obrar con bondad. Que el Señor nos dé la gracia de obras así y que alimentados por la Eucaristía máxima obra de amor del Señor nos estimulemos en la semana a vivir dándole verdadero sabor a nuestro mundo.