Cuarto Domingo de Pascua

Hechos de los apóstoles 4,8-12.    Salmo 117.  Primera de San Juan 3,1-2.     Juan 10,11-18.

De muchas maneras los primeros creyentes en Jesús Resucitado proclamaron lo que significó el Señor como acontecimiento de salvación definitivo de Dios para la humanidad y el universo entero. En los textos empleados en el antiguo testamento se nota una gran preocupación por transmitir dicho anuncio de salvación sobre todo al pueblo de Israel,  empleando la historia de salvación del antiguo testamento y figuras literarias muy propias de los judíos para demostrar quién era Jesús y qué representaba para el Padre del cielo. Toda ocasión será válida por parte de los apóstoles para proclamar la buena noticia: "nadie más que él puede salvarnos, pues sólo a través de él nos concede  Dios a los hombres la salvación sobre la tierra" (Hch 4,12)

Sin embargo la experiencia del Resucitado, que los llevó a confirmar la acción plena y total de Dios en el viviente Jesucristo, recorrió un camino muy importante donde los primeros creyentes, asistidos por la fuerza  del Espíritu, fueron confesando que dicha acción de Dios en Jesús no era una acción sobre un profeta más sino sobre aquel que actuaba desde Dios porque era el Hijo de Dios. El Amor que Dios mismo siempre había manifestado, ahora lo expresaba plenamente en la Resurrección de su Hijo, haciéndonos  verdaderos protegidos de Su Amor: "Considerad el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre, hasta el punto de llamarnos hijos de Dios, y en verdad lo somos" (1Jn 3,2)

Por eso en boca de Jesús la proclamación: "Yo soy el buen Pastor" (Jn 10,11) será la manera de confesar la nueva fe en el Dios vivo que el Señor manifestó. El Dios amoroso Quien como buen pastor da la vida por sus ovejas, por que las conoce y da la vida por ellas. Jesús hace lo mismo que Dios; no existirá otra manera de llegar a Dios que no sea la manera como enseñó Jesucristo: "lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo le conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10,14). Amor total a las ovejas del pueblo de Israel y a las ovejas de otros rediles que escuchan la voz del Pastor y son atraídas por la fuerza del amor salvador.

No hay otra manera de proclamar el Dios de Jesucristo que no sea desde el Amor universal que da la vida en el servicio y en el conocimiento de las necesidades del otro, que a su vez se convierten en necesidades nuestras. La proclamación de Jesús Resucitado que salva hoy, va acompañada por el anuncio del Dios que ha amado libremente, aun sabiendo quiénes somos y hasta dónde podemos llegar. Desde el acontecimiento salvador de la Resurrección del Señor, el Padre del Cielo ha confirmado en todas las acciones de Jesús el verdadero camino de la salvación, y a su vez, el Señor ha encargado a su Iglesia la misión de evidenciar el Amor de Dios en el mundo.