Cuarto Domingo Del Tiempo Ordinario

Deuteronomio 18,15-20       Salmo 94    1 Corintios 7.32-35     Marcos  1,21-28

La Palabra de Dios nos presenta hoy el cumplimiento de la promesa que Dios hace a través de Moisés al pueblo de Israel: " Tienes razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo les mande" (Dt 18,15-20). Así es como el evangelio de Marcos presenta a Jesucristo como el que habla y transmite su enseñanza desde Dios: "se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad" (Mc 1,21-28). Jesús transmite su profunda experiencia de Dios a través de la cercanía y afinidad que tenía  con la vida cotidiana de su pueblo.

No hay otra manera de entender lo cautivante que eran sus enseñanzas para la gente sencilla que lo escuchaba, puesto que les hablaba de la acción de Dios en sus cosechas, en la pesca diaria y en la vida familiar, de la cual ellos conservaban una gran estima. No les hablaba con la complejidad de los letrados y doctores de la ley, pues no le interesaba al Maestro demostrar su gran inteligencia; le interesaba que cada palabra que salía, cada parábola que inventaba, los situara frente al Dios de la vida que demostraba en todo, su Amor y su Bondad.

En Jesús hay dos realidades que  dejan "estupefactos" a sus paisanos: su particular manera de enseñar con autoridad y su fuerza curativa que vence el mal: "hasta a los espíritus inmundos les manda  y le obedecen" (Mc 1,21-28). El evangelio nos presenta una profunda conexión entre el enseñar de Jesús y el expulsar demonios. No es en vano que Marcos presenta en el mismo escenario de la sinagoga las dos acciones de Jesús: la fuerza de su enseñanza  y el cuestionamiento acerca de dónde le viene la autoridad. Parece que el espíritu inmundo que  agobia al hombre  impidiéndole hablar y expresarse por sí mismo es el único que conoce por qué y con qué autoridad es que Jesús actúa y enseña. Sin embargo, Jesús no le permite hablar, porque no brota de una confesión de fe, sino de otra actitud manipuladora del mal, que además de coartar la libertad del hombre endemoniado, pretende también "callar-manipular" a Jesús, pero no lo logra porque, como lo afirma  el espíritu inmundo: "ha venido a  acabar con nosotros"

Es necesario dejarse seducir por la enseñanza con autoridad de Jesús que queda plasmada en la Palabra de Dios; acogerla trae para nosotros muchas bendiciones. Sobre todo, la de arrancarle al mal la fuerza y el poderío que ostenta sobre el mundo y que intenta ostentar sobre nosotros. Son muchos los "espíritus inmundos" que hoy quieren deshumanizarnos, quitarnos la libertad y la posibilidad de actuar por nosotros mismos, como el hombre que no habla sino de dinero, poder, placer; como aquel que pierde su nombre y hasta se desconoce así mismo porque quedó atrapado por un vicio, o el que pierde su identidad por dejarse atrapar de sueños banales. Hoy, más que nunca, es necesario que todos los bautizados que participamos de la condición profética de Jesucristo, también hablemos con autoridad, apasionados por Jesucristo y por el proyecto del Reino que él enseñó.