Domingo 18 Del Tiempo Ordinario

Éxodo 16,2-4.12-15.     Salmo 78.     Efesios 4,17.20-24.    Juan 6,24-35

Durante estos 20 años de ministerio sacerdotal al servicio de la Iglesia he podido compartir con diferentes comunidades de las que he aprendido de su testimonio y forma de ser.  Estas vivencias han tenido como telón de fondo una pregunta que seguramente algunos de nosotros, pastores y fieles, nos hemos hecho:  ¿cómo debe vivir un creyente?.La frase  de la carta a los Efesios nos da una respuesta contundente "Os recomiendo encarecidamente en el nombre del Señor, que no viváis como viven los no creyentes: vacios de pensamiento" (Ef. 4,17), y añade:"renunciar a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias engañosas" (Ef. 4,22). Significa entonces que un creyente auténtico no vive “vacío de pensamiento”  sino lleno del amor de Dios

Si bien es cierto hemos escuchado de manera clara estas palabras durante las predicaciones y celebraciones de la fe católica, al parecer nuestras acciones distan mucho del querer de Dios; prueba de ello es el relato del Éxodo que escuchamos en la primera lectura. Frente a la acción liberadora de Dios con el pueblo de Israel a quien ha sacado de la esclavitud, esta comunidad responde con murmuraciones a la bondad de Dios: "!Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y nos hartábamos de pan¡ Pero vosotros nos habéis traído a este desierto para hacer morir de hambre a toda esta muchedumbre" (Ex 16,3).

Querer volver al pasado, a las mismas condiciones de esclavitud solo por saciar necesidades materiales y con la excusa de que es Dios el que nos ha abandonado es evidencia de que estamos  "vacíos de pensamiento"; porque no reconocemos el actuar de Dios en el aquí y el ahora, en el presente de nuestra  vida personal y comunitaria. No es ajeno a la condición humana echar para atrás, añorar el pasado, justificándose a  sabiendas que volver a ese vicio o a esa antigua manera de ser nos va a destruir.  Recordemos: Dios nos entiende, conoce nuestras alegrías y necesidades;  y de manera misteriosa pero admirable, nos da lo necesario para sostenernos cada día a pesar que aveces se nos olvida que el Señor es nuestro Dios.

El evangelio da otra pista para identificar cuándo somos "vacios de pensamiento". Luego del milagro de la multiplicación de los panes Jesús se escabulle cuando se da cuenta que quieren obligarlo a ser rey. Sin embargo la gente lo sigue hasta su casa en Cafarnaúm, pero Jesús se da cuanta porqué lo buscan y por eso les dice: "Os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6,26). Es una búsqueda interesada, fundada también en un beneficio material inmediato, una obsesión por identificar a Dios como el que da favores que mantiene esta vida satisfecha pero que no  da la vida eterna.

 Otra vez como el pueblo de Israel con Moisés , la gente pone a prueba a Jesús: "¿Qué señal puedes ofrecernos para que, al verla, te creamos? ¿Cuál es tu obra?" (Jn 6,30). La respuesta del Señor dejará en claro que hay algo más importante que el favorecimiento de situaciones de prosperidad y beneficio automático. El hombre nuevo, renovado  por la fuerza del Espíritu de Dios es el que proclama permanentemente con su vida la aclamación de Jesucristo hoy: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed" (Jn 6,35)

Ya no busquemos  a Dios, ni vengamos a misa para realizar tratos con Él buscando saciar nuestras necesidades, queriendo recibir beneficios a cambio de nada.Vivamos como debe vivir un creyente:  reconociendo a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en él, amando y sirviendo al prójimo que está a nuestro lado, bajo el mismo techo, renunciando a nuestras conductas anteriores de egoísmo e injusticia(hombre viejo). Proclamemos con alegría y entusiasmo que Dios vive en nosotros, que él es el motor de nuestra vida, que el mayor signo de su amor es la entrega, que estamos dispuestos a entregarnos como él; que nosotros, somo hombres y mujeres nuevos porque vemos y vivimos la vida con el amor y el entusiasmo de quien ha descubierto que  Jesús el  Señor y que su comunidad es la Iglesia en la cual celebramos los acontecimientos más importantes de la vida.