DOMINGO 21 DEL TIEMPO ORDINARIO

Isaías 22,19-23     Salmo 137       Romanos 11,33-36       Mateo 16,13-20

Echando una mirada hacia atrás en nuestra vida, revisando el camino recorrido y observando con cuidado el significado de cada acontecimiento vivido, podemos decir también como San Pablo: " ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus decisiones e inescrutables sus caminos¡" (Rom 11,33). La experiencia del creyente que confía en el Señor aunque parezca todo perdido, es propia de aquel que participa en el acontecimiento de la muerte y resurrección de Jesucristo; todo está en las manos del Señor: "De él, por él y para él son todas las cosas" (Rm 11,36)

Sin embargo para poder tener esa confianza absoluta en Dios, es importante dejarse cuestionar permanentemente sobre ese interrogante que Jesús le hace a sus discípulos: "¿Quién decís que soy yo?" (Mt 16,15). En la construcción de relaciones con los otros siempre sale en algún momento este cuestionamiento: ¿quién es realmente el otro? Aunque aparentemente lo conozca y haya compartido tiempo, el descubrir quién es el otro, ayuda a madurar en el amor, a comprender que todos vamos cambiando, vamos pasando por momentos hermosos y también por momentos de profunda miseria.

La pregunta de Jesús a sus discípulos es muy importante, porque si no saben quién es, lo que vivirán después con él y lo que el Señor les pedirá, no tendrá mucha razón ni mucho sentido. Esa pregunta de  Jesús da pie a la respuesta inspirada de Pedro: "Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16). ¡Cómo debió servirles recordar este episodio a los discípulos y al mismo Pedro después de la crisis sufrida luego de la muerte de Jesús! Las palabras de Jesús a Pedro sirvieron a la comunidad de creyentes que iniciaba su misión para vivir, aún en la adversidad, dando hasta la vida por el Mesías.

También es muy importante que hoy nos dejemos cuestionar por el Señor, para que continuamente depuremos el sentido y las razones por las cuales lo seguimos. Jesucristo no es otro profeta más, no es un líder más; es Dios mismo que nos introduce con todo lo que Él es, en el misterio salvador de Dios. Se constituye en el "Dador de sentido" de nuestra vida. Nadie podrá darle tanto significado a nuestra existencia como el que le puede dar Jesús, y hemos de estar absolutamente seguros que nadie podrá estar tan sumergido en la divinidad del Padre Misericordioso, sino es a través de la persona del Señor Jesús.

Que la eucaristía que celebramos en este domingo sea esa bella oportunidad para que, por la gracia del Espíritu, podamos decirle al Señor cuánto lo amamos, cuánto ha cambiado nuestra vida desde que lo hemos aceptado como nuestro Salvador y Señor. Su presencia, su fuerza su amor, habita en nosotros y nos permite en un mundo de falsos profetas ofrecer al verdadero Dios que salva, libera y ama.