Domingo 24º del Tiempo Ordinario

Eclesiástico 27,30. 28,9     Salmo 103      Romanos 14,7-9       Mateo 18,21-35

 

"Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor" (Rom 14,8) ¿Qué significa proclamar en el día del Señor esta frase de la carta a los Romanos? Pues que  lo primero, último y definitivo de  nuestra vida  se nutre de la relación que tengamos con Dios. Frente a nuestras reacciones primarias que delatan nuestra pobre y débil humanidad, frente  a nuestra sed de poder, venganza y placer, las cuales acaparan gran parte de nuestra existencia, se puede vivir en Dios de una manera diferente y sobrenatural.

¿Cuál es la clave que ofrece el Señor para sumergir nuestra vida en su Misterio Divino? La palabra de este domingo nos la repite incesantemente: Perdón."Perdona a tu prójimo la ofensa y cuando reces, serán perdonados tus pecados" (Ecle 27,2). Si de verdad estamos convencidos que vivir en Dios es lo máximo que nos puede pasar, es necesario tomar una decisión personal que consiste en no alimentar rencores contra los otros, ni guardar en el interior la ira por el mal que nos han hecho. Lo contrario del perdón es el rencor, y éste tiene un poder destructivo siempre superior al mismo mal que se nos haya podido causar. 

Al repetir constantemente en el salmo de respuesta hoy:"El Señor es compasivo y misericordioso" (Sal 103),estamos proclamando que desde antiguo así se manifestó el Señor a su pueblo. Es la mejor manera de salir al paso a la contemplación familiar y amorosa de Dios en la vida; es la mejor manera de testimoniar que Dios habita en cada uno, haciéndonos igual a Él.

En la capacidad de perdón y en el ministerio del perdón ejercido por Jesucristo, los discípulos pudieron constatar su condición Divina. Jesús evidenció con su vida la absoluta decisión de su Padre de perdonar sin límite, aun cuando fuera mucho el mal causado: "El  Señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó  la deuda" (Mt 18,27). El perdón devuelve la vida: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen…"  el rencor destruye la vida:"...entonces su señor, muy enfadado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagase toda la deuda" (Mt 18,34)

Es necesario con la Gracia del Señor atravesar ese valle doloroso de las heridas  causadas por los otros y por nosotros mismos; siempre la Gracia del perdón nos trasladará hacia la infinita alegría de la paz divina y  hacia los brazos amorosos del Padre donde no cabe más que el gozo y el amor. Recorramos ese camino hacia el interior de nuestro corazón, allí encontraremos al Señor; su amor nos recordará que siempre nos ha perdonado y que viviendo en Él, podremos perdonar  sin límite.