DOMINGO 25 DEL TIEMPO ORDINARIO

Isaías 55,6-9       Salmo 144       Filipenses 1,20c-24.27a      Mateo 20,1-16

 

Si frente a nuestra vida Dios nos dijera hoy: "Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti… ¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno? (Mt 20,14) ¿Cuál sería nuestra reacción? tal vez: "¡es injusto Dios conmigo! ¿por qué si el otro no es tan bueno como yo, le va a dar igual que a mí?"  En el mundo de la competencia y de los resultados solo vale ganar o perder, el empate no gusta mucho porque se sigue la idea de que sólo uno debe tener la gloria de coronarse como el primero y el único. El que llega tarde, pierde.

El planteamiento de Jesús acerca del Reino de Su Padre parte de un postulado central: Dios es bueno. Cualquieras sean las circunstancias históricas, los acontecimientos de la vida, las situaciones de victoria o fracaso en las diferentes "horas" de la existencia, Dios reacciona y actúa siempre con bondad: "El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus creaturas " (S 144,9). Esto quiere decir que nunca el Señor juega perversamente con su creatura, ni menos ajusticia a nadie por sus maldades. Aunque pareciera que algunos desean presentar a un Dios indignado por los pecados de la humanidad, un Dios que envía: guerra, hambre, epidemias y deformaciones, realmente nuestro Dios no es así. Dios, nuestro Padre,  es rico en perdón y rico en misericordia.

Sin embargo ante ese torrente de amor y bondad divino, se interpone siempre la fuerza del mal, que aparentemente trastoca todo con la tragedia y la muerte. Es la experiencia de tantos hombres y mujeres a las que se les comete injusticia, que experimentan circunstancias extremas de dolor y miseria. Como si el plan macabro del pecado y de la muerte tuvieran todas las de ganar frente a nuestra pobre humanidad. En ese instante surge la pregunta: ¿qué pasa con Dios?, ¿por qué calla?; realmente se experimenta un intenso y profundo silencio. Un silencio vital y necesario, un silencio para poder experimentar a Dios; a ese Dios que desde nuestro interior y lo profundo de nuestro corazón nos aborda con Su respuesta: " Porque mis planes no son como vuestros planes, ni vuestros caminos como los míos...Cuanto dista el cielo de la tierra, así mis caminos de los vuestros, mis planes de vuestros planes" (Is 55,9)

Solamente al mirar atrás nos daremos cuenta lo bueno que fue Dios con nosotros y cómo actuó con bondad, cuando tontamente pensamos que no nos ayudó. Qué maravilloso y solidario fue con cada uno de nosotros, aun cuando nos sentíamos solos y desvalidos. Solamente en el encuentro definitivo con Dios, confirmaremos lo perfecto y adecuado de su plan de salvación para toda la humanidad, ya que en Cristo, Señor y juez de la historia, se revelará toda Verdad, y con ella,  la confirmación plena y eterna de la bondad de Dios para con todos: "Porque para mí la vida es Cristo, y morir significa una ganancia" (Fil 1,21)