Domingo 25 Del Tiempo Ordinario
Sabiduría 2,12.17-20. Salmo 54. Santiago 3,16-4,3. Marcos 9,30-37
Creo haber dicho en unas de mis anteriores reflexiones, que la riqueza de la Palabra de Dios es inmensa al iluminar las situaciones más diversas que vivimos en nuestra vida. En este sentido, la palabra de Dios aborda hoy un tema interesante, importante y poco comprendido : las pasiones. Afirma el Catecismo de la Iglesia católica en el numeral 1763, que el término "pasiones" pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano; es decir, que no es ajeno a la forma de percibir la vida y tampoco a la manera como vivimos y compartimos la fe.
Bastaría recordar que en el ejercicio de la predicación, desde los contenidos y temas morales, el tema de las pasiones aparece referido generalmente al exceso desenfrenado que produce situaciones de pecado y esclavitud. Durante mucho tiempo cualquier predicación se iniciaba, desarrollaba y terminaba abordando esta temática. Se afirmaba que las pasiones, y de manera concreta las llamadas “desordenadas”, al dominarnos traían toda clase de calamidades. Si bien es cierto esta temática ocupó un lugar preponderante durante mucho tiempo en dichas predicaciones; poco a poco y con el deseo de hacer de la predicación cristiana una experiencia más amable y cercana a los fieles; el tema de las pasiones fue siendo “arrinconado” y olvidado llegando a ser excluido del mensaje evangelizador.
Lo dicho hasta aquí no supone que en este tiempo del Señor, tengamos que dejar pasar de lado la reflexión y la orientación en torno a esta temática. En la segunda lectura de hoy se nos planteaba un interrogante: "¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esas pasiones que os han convertido en un campo de batalla? (St 4,1). Aquí no se afirma que las pasiones son buenas o malas, sino que nuestra razón o voluntad pueden hacer que ellas nos esclavicen: " pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones" (St 4,3).
Ahondemos un poco más en esta reflexión volviendo al catecismo de la Iglesia católica donde se nos explica qué son, cuál es la función que desempeñan. En el numeral 1764 dice: "las pasiones son componentes naturales del siquismo humano, constituyen el lugar de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la fuente de donde brota el movimiento de las pasiones (Mc 7,21)"y luego dirá en el numeral 1767: "en sí mismas las pasiones no son ni buenas ni malas. Solo reciben calificaciones morales en la medida que dependen de la razón y de la voluntad".
Planteada así la cuestión, nos queda claro que las pasiones hacen parte constitutiva del ser humano y no pueden ser consideradas como buenas o malas en sí mismas dado que son regidas por la voluntad y por la razón; prueba de ello es la forma como el mismo Jesús logró moldear, encaminar, encausar sus pasiones al cumplimiento de la voluntad del Padre a través del contacto íntimo con él a quien siempre amo y en quien nunca dejó de confiar. Seguramente lo que leímos en la primera lectura resonó muchas veces en su corazón, sobre todo cuando experimento la pasión y el sufrimiento en la cruz: "Porque si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de las manos de sus adversarios" (Is 2,18).
La voluntad y la razón movieron a Jesús para que su pasión fuera el Reino de su Padre, lo llevaron a apasionarse de tal forma por esta misión que fue capaz de dar la vida por dicha causa. Aunque sus discípulos discutían acerca de quién era el más importante, es decir dejaron que su apetito frente al poder doblegara sus pasiones, el Señor inmediatamente les presenta dos antídotos para que puedan encausar de manera adecuada sus pasiones y las de todo aquel que quiera seguirlo. La primera, no tener ninguna clase de pretensión: "El que quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9,35) y la segunda: acoger al menos importante dándole el puesto que se merece: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge"(Mc 9,37) Este camino de perfección y dominio de nuestras pasiones se transita acogiendoa Diosen la vida de tal manera que en nuestra voluntad y razón habite Dios; porque siguiendo las enseñanzas de Jesús el Padre bueno habitará totalmente en nosotros: "..y el que me acoge a mí no es a mí a quien me acoge, sino al que me ha enviado" (Mc 9,37 b)