DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO

Isaías 45,1.4-6     Salmo 96       1 Tesalonicenses 1,1-5       Mateo 22,15-21

"La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energía que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley..." Así empieza el número 42 de la constitución apostólica Gozo y Esperanza del Concilio Vaticano II. Era muy importante que los padres conciliares, llenos de la fuerza del Espíritu, volvieran a las fuentes respecto a la relación Evangelio-Iglesia-poder temporal-; sin endiosar el poder temporal, ni tampoco satanizarlo, el asunto del poder  requiere una continua confrontación con las palabras de Jesús.

Aunque los fariseos se acercan a Jesús sin buenas intenciones, lo que afirman del Señor es totalmente cierto: "Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas con verdad el camino de Dios y que no te dejas influir por nadie, pues no miras las apariencias de las personas" (Mt 22,16), esto, reitero, aún sin confesarlo de corazón, pues  la intención de ellos era ponerlo en entre dicho. La respuesta de Jesús confirma lo que realmente importa a Dios y al poderoso de turno: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"(Mt 22,21).

Cuando Jesús pide que le dejen ver una moneda del tributo, preguntando de quién es la imagen y la inscripción que tiene, está recordando que esa imagen está diseñada para decirle a todo el que la ve quién es el que manda; dirían los expertos en mercadeo: para generar recordación. La moneda, los estandartes, las estatuas, los nombres de las ciudades conquistadas, todo era una estrategia del imperio del momento para decirle a todos quién es el jefe y qué les puede pasar sino obedecen dando los tributos y homenajes al "reyecito con aires de divinidad".

Pero en el corazón de Jesús, como en el del pueblo de la alianza, Dios había dejado su sello  en la creación; ellos veían la grandeza del mar, de las montañas, de  los astros, etc. Era fácil descubrir la impronta de Dios recordando sus acciones de fidelidad en favor de su pueblo. Lo que quiere el César que lo tome, al fin sólo son monedas, pero que pretenda reemplazar en la memoria del pueblo de la biblia y en el corazón del mismo Jesús lo bueno que ha sido  Su Padre y el inmenso amor que ha manifestado siempre, realmente es irrisorio, no merece ni siquiera discutirlo: "Yo soy el Señor, y no hay otro" (Is 45,6 b)

En nuestro corazón está grabada la imagen de Dios; le pertenecemos. Vivir desapegados de privilegios, tratando de que el poder no se nos suba a la cabeza, no convirtiéndolo en el fin de nuestra vida, es muy importante para ser constructores de una sociedad donde el poder se convierta en servicio, y los privilegios, en oportunidades para servir al hermano, imagen preciosa de Dios.