Domingo 29 Del Tiempo Ordinario

Hebreos 4,14-16   Salmo 33  Isaías 53,10-11   Marcos 10,35-45

De las muchas y variadas inquietudes que surgen del ejercicio del acompañamiento pastoral y de la escucha de las  inquietudes de los fieles, me llama particularmente la atención la preocupación por el éxito que se quiere alcanzar en la vida.  Independientemente de la edad, el género o la condición social, este interrogante está siempre presente, quizá porque constantemente nos presenta diferentes caminos para alcanzarlo y no siempre, creo yo, parecen ser los más adecuados.

Miremos ejemplo. En  el mundo de las  empresas, desde las más pequeñas hasta la más importantes, conquista del  éxito puede entenderse como el logro de altos cargos y responsabilidades; cargos que en ocasiones son alcanzados después de una  feroz competencia entre ejecutivos y también entre los empleados del común.  No solo han de ser muy inteligentes, hablar muchos idiomas, ser exitoso, sino lograr tener la habilidad para seducir "como sea" a quien toma la decisión de contratar ese puesto. En esta lucha no importan las personas, las instituciones, los valores o los principios; se trata de alcanzar a cualquier costo el supuesto “éxito y felicidad” que le proporcionará su nueva condición social y económica.  Es ante situaciones como esta como la pregunta por la forma como entendemos el éxito y la felicidad cobran mayor fuerza, más cuando nosotros como padres, madres, estamos formando a nuestros hijos haciéndoles creer que el éxito y la felicidad se alcanzan con el poder que podamos tener; olvidando otros aspectos esenciales para la vida.

No podemos olvidar que detrás de una vida tan exitosa, también encontramos  a personas solas que al trabajar tan fuerte para alcanzar sus metas de éxito, sacrificando la  familia, los valores y vida para llegar a la cúspide de sus sueños;luego se dan cuenta que ni todo el oro del mundo, ni todo el poder  que otorga el cargo, logran llenar el vacío que  produce tener mucho y no contar con nadie.

Estos deseos de poder y dignidad también acompañaron a los discípulos de Jesús. Las palabras que el Señor pronuncia hoy y que se exponen en el evangelio de Marcos son tan poderosas para nosotros como lo fueron en aquella ocasión para los discípulos cuando se “dejaron seducir por el  gusanito del honor y del poder”. Hoy el Señor también nos dice: "No sabéis lo que pedís" ( Mc 10,38)  Para Jesús el asunto de ser importante, poderoso y exitoso no es prioridad porque sabe qué sucede con los que poseen dichos bienes y no los ponen al servicio de los demás. "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen" (Mc 10,  ). El Maestro sabe que el hombre quiere alcanzar el  "dichoso poder"  acabando con los otros,  negociando prebendas, destruyendo la dignidad y el honor de las personas creyendo que así alcanzarán el éxito y la felicidad.

El camino que propone Jesús para ser dichoso, para alcanzar la felicidad es distinto a los “proyectos humanos” basados en el poder y el reconocimiento por el tener”. Este camino los aleja de cualquier tipo de divinización del poder porque busca recuperarla dignidad del ser humano reconociendo que el valor más importante es el otro, la persona y él está por  encima de cualquier otro tipo de interés: "Vosotros, nada de  eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea el esclavo de todos" (Mc 10,42  ).Para el Señor, el poder se alcanza a través del servicio que busca  recuperar la dignidad de los otros y hacerlos partícipes de los bienes que Dios quiere para todos en especial para los más pequeños y desposeídos.

No hay que sufrir entonces pensando en quién es más importante y cómo llegamos a ser parte del club de los poderosos. Será mejor aceptar la invitación que el Señor nos hace para seguir luchando por alcanzar nuestros sueños teniendo en cuenta siempre que debemos estar cerca de Dios como lo hizo su Hijo amado. Cuando decidimos servir desinteresadamente sin esperar nada cambio estamos mostrando que dejamos que  el Espíritu de Dios nos acompañe de una manera especial viendo la vida de forma esperanzadora, fascinante y descubriendo aun en el sacrificio y la donación la razón autentica de vivir: "Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc 10,45).

Busquemos que nuestras acciones y actitudes reflejen el verdadero sentido dela vida. Que nuestras palabras y actitudes reflejen la felicidad de sentirnos alegres por estar alcanzando el éxito querido por Dios al poner lo que hacemos en susmanos con la confianza absoluta de quien cree que en Dios y en su palabra se encuentran las claves para alcanzar la verdadera felicidad.