Fiesta De La Sagrada Familia

Génesis 15,1-6; 21,1-3.   Salmo 128.    Hebreos 11,8.11-12.17-19.   Lucas  2,22-35

En la alegría de la Navidad y del agradecimiento permanente al Padre del cielo por enviar a Su Hijo querido para que hiciera parte de nuestra débil familia humana, celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

Busquemos en la palabra de Dios propuesta para este día el sentido de la fiesta: Las dos primeras lecturas recuerdan a Abrahán quien: " por la fe, a pesar de que Sara era estéril y de que él mismo ya no tenía la edad apropiada, recibió fuerza para fundar un linaje, porque se fio del que se lo había prometido." (Hb 11,11). En el proyecto de Dios el crear una familia, una descendencia, una gran generación, es de vital importancia; por esta razón aunque Dios quiere multiplicar a su pueblo y convertirlo en una gran familia, se necesita la respuesta humilde y sencilla, la respuesta de la fe. Si Abrahán no acoge obedientemente la llamada divina, no sale hacia la tierra que Dios le iba a entregar en posesión y no acepta el beneplácito de Dios de concederle un hijo de Sara, la bendición de Dios no habría llegado a su casa. Abraham confió plenamente en las palabras del Señor: "no temas, Abrahán, yo soy tu escudo. Tu recompensa será muy grande" (Gn 15,1).

Es así entonces, que el pueblo de Israel se constituye como la familia de Dios, el pueblo de las bendiciones, porque Dios ha actuado y Él, como Padre bueno siempre cumple sus promesas. En el evangelio de Lucas contemplamos a la Sagrada Familia de Jesús José y María acercándose al templo de Jerusalén a presentar al niño para cumplir la ley. Como cualquier familia israelita que vive en la tradición de Abraham, María y José saben que el Dios de Israel ha sido bueno y que de Él vienen todas las bendiciones; por esta razón también llevan al mismo Niño Jesús a la casa de su Padre. Es el templo de Jerusalén donde Simeón y luego Ana, confirman la profecía: Éste es el Hijo de Dios, éste es el Salvador, la Luz que ilumina las naciones y la Gloria del pueblo Israel. En Jesús la promesa hecha a Abrahán, adquirirá todo sentido y cumplimiento.

Poco en la Biblia aparece de lo sucedido con El Niño desde  que nace, su niñez y adolescencia. Los tres textos que hablan de sus primeros años, lo ubican: alrededor de su familia, confirmado por otros como el esperado Salvador y viviendo la experiencia de crecer adecuadamente… " El Niño iba creciendo en saber, en estatura, y el favor de Dios lo acompañaba" ( Lc 2,40). No hay otro interés de parte de los evangelistas en la narración de la infancia de Jesús; todo está centrado en su acontecimiento pascual.

Sin embargo lo que sabemos de Jesús, los testimonios registrados por los primeros testigos, nos permiten suponer que Jesús experimentó una fuerte conciencia de ser parte del pueblo de Dios y como tal, vivió con su familia la fuerte experiencia de Dios como Padre bueno y misericordioso. En su familia pudo sentir el amor libre y fiel del Señor que lo invitaba a dejar todo y a transformar su realidad familiar abriéndola no solo a sus cercanos, a los de su raza, sino a todos los que creían en las promesas de Dios acogiendo el Reino en sus vidas, sin  importar vínculos sociales, culturales o religiosos.

También nuestras familias han de tener esta gran capacidad de confiar en Dios ayudando a todos sus miembros a crecer en el conocimiento de la Voluntad del Señor. Nadie puede crecer en " saber y en estatura " a todo nivel, si desde la primera experiencia vital, la relación familiar, no cree en la Palabra del Señor.

Es muy difícil la realidad familiar de hoy; el mundo descreído y superficial va directo a acabar con la experiencia de familia que confía en Dios. En este tiempo de Navidad, le pedimos al Señor que confiemos, siempre confiemos en el Señor. Él nos ayude a ser familia creyente.