SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
Baruc 5,1-9 Salmo 125 Filipenses 1,4-6.8-11. Lucas 3,1-6
¿Qué sucede en el corazón una persona que llevando un estilo de vida particular decide darle un giro a lo que hace y empezar de nuevo? Esto suele pasar con más frecuencia de lo que creemos. Conocemos experiencias exitosas o de fracasos de hombres y mujeres que empiezan nuevos rumbos y nuevos caminos que sorprenden a todos. Con frecuencia traemos a nuestra memoria aquellas vivencias de familiares, amigos y conocidos que inspirados por una causa particular o un "llamado" especial que irrumpe en su vida y en su conciencia deciden responder comprometiéndose en un proyecto de vida mejor para ellos y los suyos.
Podríamos preguntarnos cuál es el origen, el punto de partida de dichas experiencias transformadoras; a lo que tendríamos que responder que éstas surgen de momentos de inspiración y euforia, también por situaciones de dolor, tristeza y desolación. En ocasiones son una respuesta a la injusticia o por un clamor, una necesidad profunda por transformar la situación en la que se vive
No siempre estas decisiones son tomadas con tiempo, mesura y a partir de un juicioso ejercicio de discernimiento. También constatamos que en ocasiones, las personas movidas por la ira, la venganza o las pasiones desordenadas toman decisiones que causan daño, dolor, sufrimiento y hasta la muerte. Con tristeza, evidenciamos que algunas de éstas situaciones no son ajenas a nuestros seres queridos, a nuestra familia y amigos que como nosotros también sufren las consecuencias de una decisión mal tomada.
En el segundo domingo de adviento nos trasladamos al momento inspirador de Juan el Bautista: "la Palabra de Dios vino sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto" (Lc 3,2). El que provenía de una familia sacerdotal y debería continuar siendo sacerdote, hace una ruptura radical para irse a predicar la conversión. Cuando el evangelio de Lucas menciona al emperador, los reyes y sumos sacerdotes de la época, pretende ubicarnos en el momento oscuro, de injusticia, opresión y decadencia de los líderes que dominaban ese tiempo. La reacción de Juan el Bautista se entiende como la respuesta a un llamado profético en el que Juan decide tomar distancia de aquellos cuyas decisiones entorpecen el querer de Dios.
Juan el Bautista toma distancia para reencontrarse con Dios en el único lugar donde nadie lo puede distraer ni confundir: el corazón. Es allí, en el desierto, en la soledad, donde a partir del diálogo con el Padre se crea una relación profunda con Dios en la que se descubre el querer del Padre. Podríamos decir que si vamos a lo profundo, al interior de nuestro ser podremos "allanar el sendero y preparar el camino del Señor".
De la misma forma como Dios lo hizo con el pueblo de Israel y con Juan el Bautista, también nosotros hemos recibido el impulso de Dios para iniciar un nuevo camino, una nueva ruta en la vida. Nunca es tarde para emprender los correctivos necesarios que nos ayuden a ser mejores personas, mejores miembros de nuestra familia, mejores ciudadanos, mejores cristianos. Es necesario reflexionar, entrar en lo más profundo de nosotros, discernir para descubrir el proyecto salvador de Jesucristo en el que encontraremos la fuerza y la inspiración necesaria para cambiar aquello que nos hace daño, que no nos permite ser felices como Dios lo quiere.
Nadie puede cambiar por obligación o amenaza, solo quien se encuentra despojado de todo en el desierto del corazón podrá tomar una decisión radical y absoluta basada en el querer de Dios que nos da la fuerza necesaria para cambiar y transformar el mundo: "Así sabréis discernir lo que más convenga, y el día en que Cristo se manifieste os hallará limpios e irreprensibles, cargados de frutos de la salvación que se logra por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios"(Fl 1,10-11).