Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

Jeremías 17,5-8    Salmo 1   1Corintios 15,12.16-20   Lucas 6,17.20-26

El primer salmo de la biblia , que a propósito escuchamos y repetimos hoy, recoge el mensaje propuesto por la palabra: “ Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. Es garantía segura de felicidad conocer esta afirmación y creer en ella y aunque pareciera que no tiene discusión aceptarla y acogerla en nuestra vida, es más difícil de lo que se piensa ponerla por obra.

Confiar en alguien es muy fácil cuando vemos que se ostenta poder o beneficios inmediatos, es más la fuerza de la atracción entre las personas se convierte en un gran articulador para confiar. Sin embargo, ¿qué sucede cuando nos enfrentamos a situaciones que desafían nuestra confianza, nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Qué tormenta acontece en nuestra vida cuando vemos que se nos cometen injusticias y que aun tengamos confianza en Dios y en sus promesas, nada funciona?

Jesucristo ofreció el camino de las bienaventuranzas para todo aquel que experimenta situaciones difíciles por vivir la fidelidad al plan de Dios. No era fácil para un pueblo pobre, que sufría de hambre y que continuamente y por muchas razones, entre ellas la miseria y el dolor, lloraba por la muerte,esclavitud y enfermedad de sus seres queridos. Las bienaventuranzas son la columna vertebral del mensaje de Jesús, ellas recogen la cercanía y la promesa sincera de Dios para todo el que sufre y pone su confianza en él.

Jesucristo las confirmó él mismo en el misterios de su pasión,muerte y resurrección. Él mismo experimentó de Dios la promesa cierta: en esta vida siempre será incomprendido y hasta destruído el que anuncia y vive de acuerdo al plan de Dios, pero no hay que temer porque en la vida eterna la que realmente cuenta siempre seremos consolados, saciados y protegidos totalmente por nuestro Padre celestial.

Pero el mensaje de Jesús lleno de la verdad, no queda solo alentando a los que sufren, también denuncia y deja un profundo cuestionamiento para aquellos que han puesto su confianza en este mundo. ¡Ay de ustedes los ricos…los que están saciados…los que ríen…Y ay si todos hablan bien de ustedes¡¡¡ Porque por poca cosa perdieron su destino eterno y definitivo.

Que la fuerza de la celebración dominical renueve en nosotros el deseo de ser dichosos según el estilo del Señor.