Tercer Domingo Del Tiempo Ordinario

Jonás 3, 1-5.10    Salmo 25     1Corintios 7,29-31     Marcos 1,14-20

¿Qué mueve Dios en el corazón de Jonás, para lanzarse a recorrer esa gran ciudad y llamar a los Ninivitas a la conversión?: "Se levantó Jonás y fue a Nínive, como lo mandó el Señor" (Jo 3, 3) ¿Qué suscitó Jesucristo en el corazón de estas dos parejas de hermanos para que a Su llamado dejaran todo y lo siguieran? Tal vez la respuesta la encontraremos en la segunda lectura de este domingo: "... porque la representación de este mundo se termina" (1 Cor 7,31b). La experiencia de tantas personas que en un comienzo se ilusionan con este mundo y la fuerza estruendosa de sus propuestas y que luego se "dan contra el piso" cuando se dan cuenta de la poca consistencia y la falsa felicidad que ofrece, es suficiente para buscar a Dios y decirle: "Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas" (Sal 24,4)

Hoy la palabra de Dios insiste permanentemente en escuchar la voz de Dios y reaccionar inmediatamente a su invitación a trabajar en sus obras y seguir sus instrucciones. Será el trabajo y la obsesión de Jesús trabajar en la obra de Su Padre: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio" (Mc 1, 15). Es real; la soberanía de Dios ha llegado, y para aceptarla con todo lo que ella trae, es necesario replantearse muchas cosas, muchas maneras de pensar y de actuar. Por el Reino, vale la pena cualquier ruptura, ya en lo profesional: "Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron" (Mc 1, 18)  ya en lo familiar: "...dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él" (Mc 1,20). La vida cambiará radicalmente cuando ya no se vive ni del trabajo, ni de los sueños, ni de los proyectos afectivos y familiares sino que se empieza a vivir confiado en la fuerza vital de Jesús y del Reino que Él anuncia.

De aquí en adelante, todo lo que haga Jesús, será la proclamación expresa del Reino; la manera como lo ejemplifica por medio de las parábolas, las acciones curativas en favor de los que sufren de diversos males, la forma en que comunica lo que hay dentro de Su Corazón en relación a Su Padre bueno y amoroso, su especial predilección por los niños, los pobres, las mujeres y los que están lejos de toda posibilidad de caber en los proyectos del mundo; todo, sin excepción, manifestará que la promesa de Dios sobre su pueblo creyente es real. Ni siquiera la fuerza impetuosa de la injusticia y la muerte podrán aniquilar lo que Jesús anunció y vivió, porque quien escucha y confía plenamente en Dios experimenta la plenitud del Reino, aniquilando plenamente al enemigo, como el Padre del Cielo lo hizo en Jesús al resucitarlo.

Resuene insistentemente en nuestro corazón el anuncio que hizo Jesús del Reino de los Cielos, para que por la gracia del Espíritu Santo, seamos capaces de relativizar todo lo que nos ofrece este mundo, así nos produzca mucho placer y dicha, para que en nuestro corazón habite la misma pasión que tuvo Jesucristo por el Reino y vivamos, al anunciarlo, en el Corazón del Padre del Cielo que nos invita siempre a aprender a vivir desde su Amor sencillo y fiel.