1er Domingo de Cuaresma

El pasado miércoles, al iniciar la cuaresma se nos dijo mientras nos imponían la ceniza: “conviértete y cree en el evangelio”; es decir: “busca integrar en tu vida, en las relaciones cotidianas el mensaje de Jesús, mirar la vida con nuevos ojos. Para ello, Dios y la Iglesia te invitan a escuchar la Palabra de Dios dejando que ella haga parte de tu proceso de conversión. Al escuchar la palabra de Dios en éste primer domingo de Cuaresma notamos como se contraponen el texto del Génesis de la primera lectura con el evangelio de Mateo. Frente a las condiciones paradisíacas que produce la relación estrecha y sin nada que ocultar del hombre con Dios, se nos presenta a Jesús en condiciones diametralmente opuestas a las de nuestros primeros padres para quienes el desierto, hambre y la debilidad les eran propias. El mismo personaje de siempre, disfrazado de astucia y tino en el génesis, como si temiera del fracaso de su misión por notar los lazos de amistad de Dios con Adán y Eva, aparece presumido, directo y confiado de lograr su objetivo con la situación frágil de Jesús. ¿Entonces por qué el final de cada relato es contrariamente distinto a lo esperado? Ahondando en el mensaje de la Palabra de Dios y en esta contraposición de los mensajes del Antiguo y Nuevo Testamento; Romanos 5, 19 dirá “...por la desobediencia de uno solo todos fueron hechos pecadores, así también por obediencia de uno solo, todos alcanzaron la salvación”. En nuestro País se dice popularmente: “se dejó endulzar el oído” es decir: le entregó la confianza, el tesoro más preciado que no se entrega a nadie, a algún adulador y astuto. Prefirió confiar en las luces de colores que traman y engañan, que en la solidez probada de lo que daba resultado: el mensaje de Jesús. Aquí está la respuesta a la pregunta hecha anteriormente y el acento que la liturgia del primer domingo de cuaresma: aprende de Jesucristo, a no dejarte endulzar el oído por la tentación. Confía en lo que Dios te ha ofrecido. Créele aun cuando las circunstancias sean tan áridas y difíciles como las de un desierto. La reflexión que hemos realizado nos permite “ver con los ojos de Jesús” algunas situaciones que ocurren en nuestra sociedad, en nuestro país. Son muchos los casos en los que hombres y mujeres que han confiado más en las ofertas del mundo como el dinero fácil, la vida sin esfuerzo, el hacer lo que le plazca; han terminado padeciendo situaciones de profunda tristeza, amargura y desconsuelo. Como también reza la sabiduría popular “de eso tan bueno no dan tanto” y yo añadiría “y tan fácil”.

Hermanos: como cristianos estamos llamados en este tiempo de cuaresma a dar testimonio de Jesús, a trabajar por hacer real en nuestra vida las enseñanzas del maestro. En Jesús habitaba la certeza absoluta de que lo que su Padre decía era lo definitivo, por eso nunca dejó de confiar en él. También nosotros debemos tener esa certeza en Dios y ser fieles a su voluntad; solo así estaremos protegidos del poder del mal; por el amor de Dios y la fuerza del Espíritu que habita en nosotros. Que con la gracia de Dios, podamos experimentar lo mismo que Jesús vivió y que se nos narra al final del evangelio de hoy: “Entonces, el diablo se alejó de él, y unos ángeles se acercaron y le servían” .