3er Domingo de Cuaresma

La cercanía de Dios con su pueblo se constituye como el tema central del mensaje que nos trae la palabra de Dios en este tercer domingo de cuaresma. Las lecturas nos muestran como el pueblo de Israel y cada uno de nosotros, los miembros de la Iglesia, hemos tratado de saciar nuestras necesidades, anhelos y deseos de muchas formas olvidándonos de Dios, de su presencia en medio de nosotros.

Constatamos además que siempre quedamos “vacíos”, carentes de todo aquello que deseábamos y anhelábamos. Tomando las palabras del mensaje de hoy: quedamos más vacíos, solos y con mucha más sed. La soledad, el vacío nos puede llevar a formularnos preguntas como la que se hicieron Israelitas en el desierto: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” Ex 17,7b. Pregunta que adquiere mucha fuerza en la boca del pueblo de Israel que peregrinó mucho tiempo en el desierto. Casi me atrevo a decir que la  pregunta quedó esperando respuesta a lo largo de muchos siglos. Ninguna institución del pueblo de Israel llegó a darle plena contestación, ya que las mediaciones para dar razón de la presencia de Dios entre su pueblo (la ley, el templo, los sacrificios, etc.) no tenían en cuenta a la persona, sus circunstancias y su libertad. De manera admirable, el Evangelio de San Juan retoma este cuestionamiento del pueblo en el desierto y personificando en la Samaritana al pueblo débil e infiel que busca saciar su sed; da una respuesta amorosa que solo puede provenir del amor de Dios en Jesucristo: “Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva” Jn 4,10.

No olvidemos el mensaje central de las lecturas: la cercanía de Dios. Es importante destacar cómo Jesús se acerca a esta mujer de Samaría, su actitud no es la de un judío arrogante que le exige agua a una mujer que no merece ser tratada por un Israelita. De por sí, en las palabras de la mujer podría sentirse una cierta desconfianza: ¿cuál es tu verdadera intención de acercarte a mí? ¿A mí, mujer sola en este pozo? ¿Podrá pensarse que Jesús quiere saciar “otro tipo de sed”? (y lo deja en evidencia el relato, respecto a los cinco maridos de la mujer). En la manera como el Señor atiende y responde a esta mujer, queda evidente que la intención de Jesús no es otra que la de acompañar, tranquilizar, generar confianza y paz a una mujer trasgredida y despreciada por la sociedad de su época. El agua que la mujer busca no es solo para saciar su sed física; busca refrescar su alma y su corazón; de allí que llegará a reconocer que Jesús es el único que puede transformar nuestra vida seca en un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna.

Ahondando un poco en la imagen que se nos ha narrado en el Evangelio; cabe recordar que para la Biblia, ubicarse alrededor del pozo tenía un profundo sentido de encuentro amoroso, (las jóvenes acudían al pozo, no sólo a sacar agua, sino a encontrar a su enamorado). Allí, en este lugar descubren la posibilidad de reencontrarse con el verdadero amor, beber de las fuentes que dan vida. Como la Samaritana (el pueblo de Dios) y Jesús, (nuestro Dios) que alrededor del pozo se reencuentran en el amor y en la certeza absoluta de que Dios sí está en medio de su pueblo, saciando la sed a través del perdón, la cercanía a los más débiles y la misericordia con los más abandonados son el signo, el testimonio de quien se ha reconocido acompañado por el mismo Dios, de quien ha descubierto la voluntad de Dios a partir de la escucha del mensaje de Jesús. La respuesta de Dios a su pueblo acerca de si está o no está en medio de ellos, no la responde Jesús desde la teoría o la retórica, la responderá en su absoluta cercanía y pasión por el reino de su Padre.

Durante esta semana, pidamos a Dios la gracias de poderlo reconocer en medio de nuestras ocupaciones y obligaciones. Tomemos como ejemplo este encuentro entre Jesús y la Samaritana para acercarnos, desde Dios, a tantos hombres que se sienten solos, sedientes de compañía, de amor, de comprensión, de ternura. Que nosotros, los que profesamos la fe en el Dios verdadero, quienes nos preparamos con las prácticas cuaresmales para la celebración del misterio pascual de Jesús; demos testimonio de cercanía, de compañía, de la presencia de Dios en medio de la sed y la soledad en la que viven muchos hermanos nuestros. Somos nosotros los que hemos sido llamados por Dios estar cerca de quien se siente solo y abandonado, para dar el agua viva que se necesita para recobrar el aliento y seguir adelante.