Cuarto Domingo De Cuaresma

2 Crónicas 36,14-16.19-23     Salmo 137      Efesios 2,4-10     Juan  3,14-21

Tal parece que el mundo de hoy no se comprende por las respuestas que se puedan dar a las grandes cuestiones existenciales de todos los tiempos; pareciera que se entiende mejor a través de la adecuada formulación de las  preguntas que podamos realizar. Muchos dicen que frente a los acontecimientos que suceden, antes de buscar el cómo o el qué, es necesario siempre preguntarse el para qué. La sagrada escritura está llena de situaciones donde surge una lectura o una interpretación de acontecimientos en clave de fe respondiendo fundamentalmente a la pregunta: como pueblo escogido, ¿para qué Dios nos permite vivir esto?

Lo que el ciclo de lecturas de este domingo nos ofrece ha de entenderse desde esta perspectiva,  fundamental para el hombre de fe; aun así, hay que tener cuidado porque la lectura e interpretación de los acontecimientos puede ir acompañada de cierta dosis de fanatismo, ideología, intereses egoístas y contexto socio-cultural que puede producir problemas al atribuir o justificar desde lo religioso lo que no proviene ni es intención misma de Dios.

Hay algunos elementos de gran utilidad que están en la palabra de Dios de este domingo para que también nosotros aprendamos a hacer una lectura de fe de los acontecimientos. El primero: "El Señor, Dios de sus antepasados, en su afán de salvar a su pueblo y a su templo, les envió continuos mensajeros" (1 Cro 36,15).  Es el Dios de siempre, el Dios fiel que ha acompañado a la familia humana desde siempre y tiene una clara intención con su pueblo: salvar; razón esencial por la que no lo deja solo. El segundo elemento nos revela que por esta misma fidelidad a la humanidad, Dios manifiesta en Jesucristo Quién Es realmente: "pero Dios que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida junto  con Cristo" - ¡Por pura gracia habéis sido salvados¡ - " (Ef 2,4-5)

Frente a las situaciones de toda índole que vive el creyente de hoy, es necesario afianzar en el corazón de todos la manera como Cristo muestra el proyecto salvador de Dios. Ningún acontecimiento, por oscuro y desesperanzador que sea, debe trasladar nuestra confianza en Dios al reino de la muerte y el terror. La exaltación de Cristo en el madero de la Cruz es la lectura definitiva que interpreta todos los acontecimientos de la historia. Tal como acojamos el acontecimiento de Jesucristo en nuestra vida y en el mundo, y como lo sepamos ofrecer a los demás, así mismo también las tinieblas desaparecerán en el corazón de todos.

Permitamos que este tiempo cuaresmal que resta, tiempo de reelaboración de la vida y de la manera como vemos el mundo, sea permanentemente cuestionado por el crucificado que desde la cruz sigue afirmando: "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16)