Domingo 19 Del Tiempo Ordinario

1 Reyes 19,4-8.   Salmo 78       Efesios 4,30-5,2      Juan 6,41-51

Con más frecuencia de lo que quisiéramos, la vida nos pone ante situaciones que nos generan dolor, tristeza, sufrimiento.  Es en la misma donde los problemas, las decepciones, la incomprensión y tantas otras situaciones nos dejan como “tumbados” en el suelo, sin esperanza, sin ilusión alguna que nos fortalezca, que nos anime, que nos conduzca por el buen camino. Ante estas realidades de la vida fácilmente podemos exclamar de la misma manera como se hace en la primera lectura de hoy: "¡Basta, Señor¡ quítame la vida, que no soy mejor que mis antepasados" (1Re 19,4).

Cabe aquí anticipar que esta no debe ser la actitud del Católico, del Cristiano. Aún en la experiencia más profunda de soledad y abandono debemos reconocer que el Señor siempre está a nuestro lado, que él nunca nos ha abandonado. La cercanía con él a través de la oración diaria, de la participación en los sacramentos y de manera particular en la eucaristía nos permite reconocer que Él, con amor misericordioso nos fortalece, nos acompaña, nos cuida, nos libra de todo aquello que pueda causarnos daño, tristeza, soledad, abandono.

Estar aquí reunidos en el Domingo, en el día del Señor nos permite renovarnos porque recibimos la gracias, la fortaleza necesaria para reconocer que Dios, como al profeta de la Primera Carta de los Reyes, también nos llama y nos dice: “Lavántate y come, pues te queda todavía un camino muy largo" (1 Re 19,7). No sabremos cómo y tal vez ni vale la pena detenernos a pensarlo; pero el Señor nos dará la fuerza necesaria para  afrontar las dificultades, para asumir con fe y esperanza las vicisitudes de la vida, los problemas, los inconvenientes y también las alegrías, el gozo y la dicha que cada día nos regala. Con su ayuda recorreremos los caminos más largos y difíciles siguiendo el ejemplo del profeta: "Él se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento anduvo cuarenta días y cuarenta noches..."(1 Re 19,8)

Lo dicho hasta aquí nos permite asegurar que se hace necesario entender a la luz de la fe todas y cada una de las situaciones que vivimos en la vida. Que debemos conocer más a fondo las distintas situaciones que viven nuestros familiares, amigos, compañeros para poder tener con ellos un gesto amable, una palabra cálida, un gesto agradable que sea manifestación de nuestro afecto y del amor que Dios ha infundido en nosotros.

 Es verdad, quisiéramos que todo fuera a la perfección y que no hubiese ningún problema o dificultad, pero no es así. La vida está compuesta de alegrías y tristezas, de dolores y esperanzas que para los cristianos se constituyen como una oportunidad para reconocer que el Señor, el Buen Dios es importante y necesario para la vida.

Solo Dios  conoce nuestra historia, solo él sabe que hay en nuestro corazón, es por ello que las palabras de la Carta a los Efesios se constituyen para nosotros como una voz de aliento, de ánimo, de esperanza; porque en Cristo reconocemos que " nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios" (Ef 4,2b).

Como se advierte, la invitación que nos hace el Señor hoy en la Carta a los Efesios es clara: " que desaparezca de entre vosotros toda agresividad, rencor, ira, indignación, injurias y toda suerte de maldad" (Ef 4,31). Estas actitudes no nos ayudarán a superar las dificultades propias de la vida.  Quizá debamos intentar vivenciar el dolor y el sufrimiento de los demás para poder entenderlos y así dejar de justificar todo aquello que en nosotros produce dolor y sufrimiento.

Todo lo dicho hasta ahora nos lleva a entender porque en nuestra situación, en nuestro contexto nacional y local, la búsqueda de la reconciliación y la paz se constituyen  como propósito para quienes, como nosotros, reconocemos que Dios es nuestra fuerza, que el mandamiento del amor es nuestra norma de vida; así,  la invitación de la carta a los Efesios es pertinente y actual: " Sed más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros y perdonaos mutuamente, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo" (Ef 4,32)

No hay que dudarlo ni un instante, es de Jesucristo, pan vivo bajado del cielo, en quien los creyentes encontramos fuerzas para construir un mundo diferente. Recordemos: ni los sistemas sociales, políticos o filosóficos pueden transformar de manera profunda al hombre ni a la sociedad; tampoco lo han podido hacer tantos programas que ofrecen felicidad inmediata, gloria presente y felicidad perpetua ya que han dejado de lado, en el olvido las palabras de Jesus el Maestro"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá siempre" (Jn 6,51).

El Señor que sigue manifestando su cercanía y solidaridad con cada uno, no quiere vernos devorados por la tristeza, sigue proponiéndose como el alimento verdadero que renueva y da vida: "Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo" (Jn 6,51b)