Domingo 20º del Tiempo Ordinario

Isaías 56,1.6-7    Salmo 67   Romanos 11,13-15.29-32   Mateo 15,21-28

Dios se dejó ver, de una manera cercana, en primer lugar a un pueblo llamado Israel. Lo descubrieron presente en su naturaleza, en sus montañas.También estaba en su propio caminar como pueblo y en los acontecimientos que progresivamente iban viviendo. Es el pueblo Judío, que hace una lectura de fe de su vida, quien descubre a Dios caminando con ellos; es la fe en YAVEH que les permite fortalecer su identidad, su cultura y tradiciones frente a tantos pueblos y situaciones que ofrecían dioses falsos y ataques frontales a sus costumbres: "Guardad el derecho, actuad con rectitud, pues ya llega mi salvación" (Is 56,1)

No es que Israel mirará con desagrado al extranjero, lo  que sucedía era que la alianza con Yaveh constituía la decisión de construir su vida desde la fe en el Dios revelado, y el cuidado para que nadie que no lo conociera "contaminará esa relación Dios-pueblo". Pero aunque esta prevención hacia el extranjero llegó a ser en algunas tradiciones judías la imposibilidad de acceder al Dios verdadero, en otras tradiciones se abrió la puerta para posibilitar las bendiciones del Señor: "Y a los extranjeros que deciden unirse y servir al Señor, que se entreguen a su amor y  a su servicio...los llevaré a mi monte santo y haré que se alegren en mi casa de oración" (Is 56,6)

En el evangelio de hoy Jesucristo tiene un encuentro con una mujer extranjera; no se puede desconocer  que el evangelio es fiel heredero de la incomprensión que se tenía de alguien que no es del pueblo de la alianza. Sin embargo la gran fe que manifiesta esta mujer en Jesús, expresa que es del tipo de extranjero que quiere acoger a Dios en su vida y cree en el poder salvador del Señor: "Pero ella fue, se postró ante Jesús y le suplicó¡Señor, socórreme! (Mt 15,25)

Como Jesús, tenemos que recorrer no solo las cómodas áreas donde se profesa la fe en el Señor, sino también tener la audacia y valentía que pide ahora el Papa Francisco para emprender  un caminar  hacia los que hoy son los "extranjeros", porque la fe, la esperanza, la caridad les son extrañas. Viven, como también lo afirma el Papa "en las periferias existenciales"; desconocen a Dios y desconocen a los hermanos; desconocimiento que es fruto del profundo desconocimiento de sí mismos. 

Este caminar hacia los extranjeros requiere de nuestra parte dos actitudes que Jesucristo muestra hoy en la Palabra: la primera, escuchar atentamente sus demandas, ideas e ilusiones: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros" (Mt 15,23b) y la segunda, dejarse sorprender porque Dios actúa misericordiosamente hasta en quien no le conoce:"Eso es cierto, Señor; pero también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le dijo ¡Mujer qué grande es tu fe!" (Mt 15,27-28)

El reto será entonces que nuestro encuentro con aquellos que viven en las periferias existenciales, esté atravesado por la misericordia de Dios que construye nuevas relaciones  entre creyentes y no creyentes. Que irradiemos la misericordia en todo lo que hacemos es el mejor discurso para aquel que busca respuestas en su vida: "Porque Dios ha permitido que todos seamos rebeldes para tener misericordia de todos" (Rm11,32)