Domingo 26 Del Tiempo Ordinario
Números 11,25-29. Salmo 18. Santiago 5,1-6. Marcos 9,38-43.45.47-48
Estamos en el mundo de las patentes y de los derechos de autor. Esto quiere decir que aquel que logra crear algo inmediatamente debe blindarlo como propiedad suya de tal manera que otro, por que sea muy astuto y lo copió o porque adelantaba un diseño similar sin saber del primero, se apresura a registrarlo primero como su único autor y creador. Podríamos afirmar entonces que esto tiene mucho de justicia y claridad. Es bueno aprender a buscar aquello que es legítimo, que ha pagado impuestos, que no proviene del contrabando y menos que es plagio.
Hoy en la Palabra de Dios que hemos compartido suceden dos situaciones donde los seguidores descalifican a aquellos que aparentemente no tienen la “patente divina”, es importante para nosotros que hacemos parte de la Iglesia católica, la Iglesia de Cristo, saber cómo actuar frente a la diversidad religiosa de todo tipo que existe hoy, tanto fuera de los católicos como dentro de los mismos. ¿Qué criterios nos da la palabra de Dios?
El primero es muy antiguo y está en el libro de los números que leímos hoy, ante la solicitud a Moisés de prohibir que dos de los del grupo profetizaran porque no habían recibido el Espíritu, Moisés replica: “¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”(Nm 11,29). Jesucristo también lo confirmará cuando le sucede con sus discípulos un episodio similar: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9)
El segundo criterio hace referencia a la actitud dónde el Señor da el acento a la legitimidad. Si realmente el Espíritu del Señor está en los que ostentan el título de discípulos, estos deben vivir con radicalidad el seguimiento de Jesús. Radicalidad en el estilo de vida que lleva al trato respetuoso con los pequeños: “Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” (Mc 9,) ”. Para el Señor Jesús ser discípulo de Él no solo es hacer show y fanatismo, se requiere llevar una vida en donde se tome en serio el proyecto del Reino hasta dar la vida por Dios relativizando todo lo demás: “Si tu mano te hace pecar…si tu pie te hace caer…si tu ojo te hace caer…córtatela…sácatelo” (Mc 9). El asunto con el seguimiento de Jesucristo no solo es realizar un discurso acerca de lo que “éramos y ya no somos” algo de arrogancia surge en el que solo habla de su conversión personal pero no camina como parte del pueblo de Dios , amando y sirviendo al Reino desde lo discreto de la vida.
Tal vez, por eso a Jesús no le interesaba tanto de qué orilla provenía el discurso sobre Dios, sino las actitudes de aquellos que pretendían hablar en su nombre, estas realmente dejaban ver si valían la pena lo que decían porque conducían al Reino proclamado por Jesús o sencillamente, como proclamaba el apóstol Santiago, eran pretexto para enriquecerse, explotando al pobre y “cebándose para el día de la matanza”