Primer Domingo de Cuaresma
Deuteronomio 26,4-10 Salmo 90 Romanos 10,8-13 Lucas 4,1-13
Todos tenemos momentos donde acompañados por el silencio reflexionamos, entramos en nosotros mismos y escuchamos una voz interior. Piensen cuando nos levantamos a iniciar la jornada o en la ducha, mientras nos vestimos, acaso ¿no pensamos, no hablamos con nosotros mismos?. Y qué decir mientras nos dirigimos a nuestras labores, podemos escuchar la radio, ir en el autobús o la bicicleta en esos sitios también se cruzan emociones, pensamientos que nos ayudan o destruyen. Algunas veces sumergidos en nuestro mundo interior los otros padecen las reacciones violentas causadas por nuestra manera de actuar. Nuestros familiares y amigos, sin culpa se desconciertan cundo les contestamos agresivamente o los maltratamos sin saber que estamos explotando, desahogándonos inadecuadamente.
Aun más doloroso y con consecuencias terribles son las acciones causadas por aquellos que permiten dejarse atrapar por su mundo interior de odio, debilidad y muerte, permitiendo que el Maligno los seduzca llevándolos a acciones horrorosas. Cualquiera de nosotros, aun con una salud mental y espiritual óptima, no debe desconocer que puede ser presa del mal produciendo mucho dolor y tristeza a su alrededor.
Existe una certeza total que brota de la palabra proclamada en el primer domingo de cuaresma: Frente al Maligno, que quiere destruir el proyecto de Dios, frente al otro y hasta frente a nosotros mismos que también nos hacemos daño, el Señor nos protege: "Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia" (Dt 26,7), el pueblo tiene la certeza de la confianza plena en el Señor que siempre ha actuado con amor hacia ellos porque como dice él mismo en el salmo de hoy: "Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré" (Sal 90,15).
Esa confianza en Dios fue la que acompañó a Jesús toda su vida; también la comunidad del evangelista Lucas logra descubrir en la manera como Jesucristo enfrenta las invitaciones del Tentador, el camino adecuado para que todo discípulo de Jesús no se someta a sus caprichos, pasiones y al mismo Tentador. Deberíamos memorizar las respuestas de Jesús y guardarlas en el corazón porque en ellas están las claves para enfrentar cualquier tentación: "No solo de pan vive el hombre" (Lc 4,4) ; "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto" (Lc 4,8 ) ; "No tentarás al Señor, tu Dios" (Lc 4;12).
Cuando experimentemos esos momentos difíciles, antes de desesperarnos y perder el control, tengamos la seguridad que El Señor nos mira con compasión y misericordia, como Jesús que se sentía siempre plenamente confortado por su Padre del cielo, así también , invoquémoslo siempre teniendo la certeza que nos protege y cuida: "pues el que invoca el nombre del Señor se salvará" (Rm 10,13)