Quinto Domingo de Cuaresma
Isaías 43,16-21 Salmo 125 Filipenses 3,8-14 Juan 8,1-11
Continuamos transitando por el camino de la cuaresma, camino que nos conduce a la celebración del triduo pascual, del misterio central de nuestra fe. En este trasegar nos hemos encontrado con diferentes mensajes que la Palabra de Dios nos ha transmitido y que nos han iluminado para seguir adelante con paso firme. En este quinto domingo la liturgia de la palabra nos da a conocer varios relatos que en su conjunto contienen un mensaje común: la justicia.
La pregunta malintencionada de los maestros de la ley y los fariseos que le traen a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, delata a nuestros ojos la dureza de la ley de Moisés que le atribuía una responsabilidad total a la mujer sobre este pecado. En ningún caso el hombre era acusado o sometido al escarnio público aunque fuera con él con quien la mujer cometiera el adulterio. Pero más que condenar a la mujer, la pregunta de los fariseos buscaba poner en aprietos a Jesús esperando de él una respuesta que les permitiera acusarlo y condenarlo por violar la Ley de Moisés; pero en Jesús no encontraron esto. Las palabras de Jesús ante los interrogantes de los maestros de la Ley están antecedidas por el silencio de quien busca comprender antes que juzgar.
Jesús no se intimida frente a la presión de la muchedumbre deseosa de sangre y muerte; él, con la sabiduría que proviene de Dios no condena, tampoco reprende a los maestros; sencillamente exclama: " Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la primera piedra" (Jn 8,7). Esta afirmación tan clara como contundente, hará entender a la muchedumbre que antes de juzgar convendría revisar la propia vida para así ser tan misericordiosos con el pecador como quisiéramos que fueran con nuestros pecados. Aquí encontramos un primer rasgo de la Justicia del Maestro Jesús quien se distancia del “ojo por ojo, diente por diente” para ubicar al hombre y a la mujer pecadores ante la mirada misericordiosa del Padre. Jesús enseñaba con sus palabras y con sus acciones, cautivaba con su testimonio, con su forma de actuar, de hablar y de proceder de allí el interés de mucha gente por verle y escucharle. Aún ante situaciones aparentemente complicadas como la que hemos escuchado, es capaz de actuar con compasión y misericordia ante sus adversarios, seguidores y pecadores.
El mensaje de Jesús es claro: antes de querer ser un juez implacable con el hermano, bien vale la pena recordar y hacer conciencia de lo que somos, lo que queremos y lo que vivimos. Jesús no ataca a los que desean apedrear a la mujer y de paso hacerle daño a él. Con sus palabras les muestra como Dios no actúa con violencia; por el contrario, busca siempre apaciguar los ánimos comprendiendo a cada uno en su propia debilidad. Así, no puede haber verdadera justicia si esta no está perfeccionada y traspasada por la misericordia. Fácilmente perdemos la memoria y se nos olvida ser misericordiosos cuando se trata de los errores de los demás. Por eso es importante tener cuidado de no juzgar ni permitirnos interpretar hechos y situaciones que realizan los demás. El Señor nos invita en este tiempo de cuaresma a dejar de lado la ira, a controlar las pasiones desordenadas que nos llevan a tener actitudes de injusticia para con los demás. Quizá sea necesario recordar las palabras pronunciadas por Jesús y preguntarnos permanentemente: ¿quién soy yo para juzgar?, ¿acaso yo también no me he equivocado? Si Dios no me condena ¿por qué tengo que condenar a mi hermano?; a lo mejor debamos hacer nuestras las palabras de San Pablo a los Filipenses"…olvidando lo que he dejado atrás, me lanzo de lleno a la consecución de lo que está adelante y corro hacia la meta, hacia el premio al que Dios me llama desde lo alto por medio de Cristo Jesús" (Fil 3,13b-14).
Que el Señor nos de la gracia de practicar la caridad, el amor y el perdón, características esenciales de la Justicia que nos ha enseñado Jesús. Que en este año jubilar de la misericordia escuchemos continuamente las palabras de Jesús. Que nosotros, hombres y mujeres de fe, llenos del Espíritu de Dios podamos con alegría hacer vida en nuestras relaciones las palabras que hoy hemos escuchado del Maestro: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más" (Jn 8,11 b)