Tercer Domingo De Pascua

Hechos de los apóstoles 3,13-15.17-19.   Salmo 4      1 Juan 2,1-5.      Lucas 24,35-48

A esta altura de la pascua es importante recapitular lo que la Palabra ha proclamado de la Resurrección de Jesucristo con el fin de revisar si nuestro encuentro con el Señor está transformando la vida como lo hizo con la  vida de los apóstoles y de los primeros cristianos.

Es recurrente en la predicación de los apóstoles afirmar que la acción vivificadora que realiza Dios en Jesucristo está en continuidad con las acciones salvadoras que desde siempre ha efectuado el Señor sobre Israel como expresión de su amor y fidelidad. Sin embargo, también se constata en la historia de Israel que así como Dios experimentó rechazo e infidelidad por parte de su pueblo, también Jesús vivió lo mismo. Lo importante será la proclamación de la victoria de Dios frente a las acciones infieles del pueblo: "... y matasteis al autor de la vida, Pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello" (Hch 3,15). Para la tradición profética del pueblo de Israel, el profeta es siempre sujeto de sufrimiento; confirma con el rechazo, la persecución y el dolor que le causa su misión, que aún frustrada su tarea por la adversidad, en el tercer día, en el día definitivo, Dios actúa confirmando definitivamente que está a favor de su profeta. Digámoslo de manera escueta: ni la injusticia, ni la muerte, ni nada que ose interponerse al plan de Dios, frustra los designios salvíficos del Señor.

Esta certeza total que dinamizó a las primeras comunidades de creyentes no fue esfuerzo humano o  acuerdo de los apóstoles para transmitir una gran mentira. Los evangelios van a presentar de manera cruda la cobardía y la duda de los amigos de Jesús frente al acontecimiento de su muerte y sepultura. Es  el mismo Jesucristo quien se presenta en medio de ellos, en diferentes momentos y lugares para hacer camino, ayudándolos a reelaborar en esta nueva etapa lo que el mismo Jesús les había enseñado de Dios como su Padre bueno, fiel y misericordioso. Ahora Jesús se lo hacía ver a sus Apóstoles en este nuevo acontecer en medio de ellos, devolviéndoles la paz que habían perdido: "la paz esté con vosotros" (Lc 24,36b); recuperando su relación con ellos: "Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne, ni huesos, como veis que yo tengo" (Lc 24,39); dándole un sentido a lo que vivió en la cruz: "Y dicho esto les mostró las manos y los pies" (Lc 24,40; y dándole adecuada interpretación al doloroso acontecimiento vivido: "Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos" (Lc 24,43). El encuentro con el Resucitado abrirá la inteligencia y la comprensión de sus discípulos, ellos se convertirán en Testigos fidedignos de Jesucristo y no tendrán más que hacer que hablar de estas cosas hasta el confín del mundo.

Hoy necesitamos hacer este mismo camino con Jesucristo Resucitado para entender nuestra vida, no como un complot de fuerzas oscuras que quieren acabar con nuestros anhelos y esperanzas, sino como un acontecimiento vivido desde el plan salvador de Dios en el que el Señor nos infunde vida, paz y valor para ser testigos en carne propia de la victoria del Viviente Jesús sobre todo lo que es y representa muerte.