Domingo 23º del Tiempo Ordinario
Iniciamos esta celebración Eucarística elevando las manos de Dio suplicándole por dos intenciones especiales. La primera, en este mes de la biblia, nuestra deseo ferviente porque el buen Dios ilumine a quienes estudian, proclaman y hacen vida el mensaje de la Sagrada Biblia. La segunda, nuestra súplica porque esta semana por la paz que iniciamos hoy, nos ayude a todos los colombianos a reflexionar y a pensar sobre nuestro aporte a la paz del país y a nuestra propia paz. Recordando las Palabras de Pablo VI, no olvidemos que “la justicia es el nombre de la Paz”.
Es en este contexto nacional en el que la palabra de Dios de este domingo nos invita a orar y reflexionar sobre uno de los mensajes más importantes: La búsqueda de la voluntad de Dios. Es la súplica de Jesús en el Padre nuestro: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Sin embargo esta palabra no ha sido comprendida de manera adecuada generando interpretaciones erróneas y hasta malos entendidos. Muchas situaciones de injusticia, maltrato y hasta pecado han sido cobijadas bajo la sombra de: "será voluntad de Dios". La comprensión de lo que verdaderamente significa la “voluntad de Dios” para los seres humanos es muy importante; algunas personas se alejan de Dios cuando sin mucho fundamento, pero tal vez con buena intención, les decimos los cristianos que el mal que les está aquejando o el dolor que están sufriendo es voluntad del Señor. No podríamos decir que los más de 50 años de Guerra en Colombia han sido voluntad de Dios, o que el cáncer que padece uno de nuestros seres queridos es voluntad de Dios, o que estaría de Dios que nos robaran en el mal negocio que hicimos. O que el despido de nuestro trabajo es voluntad de Dios. Dios solo quiere nuestro bien, nuestra felicidad. La condición humana en las decisiones de los gobernantes y disidentes, nuestra fragilidad física, y la condición humana de debilidad no dependen de Dios..
La Palabra del domingo en este mes de la biblia nos permite abordar y comprender con serenidad a qué nos referimos cuando decimos: son los designios del Señor o la voluntad del Señor. La pregunta de la primera lectura nos interroga y nos cuestiona. : "Pues ¿qué hombre puede conocer los designios de Dios? ¿Quién puede hacerse idea de lo que quiere el Señor? (Sb 9,13). La pregunta nos lleva a ser humildes y cautos en la respuesta, ya que nuestra falta de conocimiento cercanía a Dios nos puede hacer interpretar de manera inadecuada y errónea los acontecimientos y los misterios que se nos van presentando en la vida y que en el momento no comprendemos; pero que con el tiempo y con la oración y reflexión de nuestra parte, van develando su verdadero sentido. Quizá lo que nos falta es la sabiduría para discernir lo que proviene de Dios y lo que proviene de nosotros mismos. Esta sabiduría sólo es posible alcanzarla con la oración, la reflexión y práctica de la caridad. De ello nos dan testimonio muchas mujeres y hombres de fe que como San Ignacio llegarían a firmar que “lo importante no es lo que sucedió; sino lo que voy a hacer con lo que sucedió”, otorgándole así a Dios en valor que le corresponde y al hombre la responsabilidad de descubrir qué es lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.
La tarea de descubrir la voluntad de Dios ya está hecha.
Los cristianos sabemos que esa sabiduría eterna del Padre que se suplicaba para el hombre en el antiguo testamento, el Padre del Cielo nos la ha entregado en la persona de su Hijo amado Jesucristo; conocerlo, amarlo, seguirlo es el camino seguro para ver todo desde una nueva perspectiva: la perspectiva de Dios. A Jesús lo seguía mucha gente y seguramente, como hoy, también le planteaban diversos cuestionamientos sobre Dios y los acontecimientos del mundo en que vivían. El Señor siempre manifestó la verdad sobre Dios como Padre misericordioso; porque él mismo provenía del misterio de amor trinitario y por eso fue capaz de proclamar con su vida a cada uno de los que deseaban seguirlo, que la voluntad de Dios no es otra que confiar en Él y no abandonarse en otra cosa o persona que no sea ÉL. Debemos aprender, con su ayuda, a discernir sobre el significado de nuestras propias cruces: "El que no carga con su cruz y viene detrás de mí no puede ser discípulo mío" (Lc 14,27). En este sentido, podemos hacer nuestras las palabras del salmista que hemos escuchado hoy: “ “Ayúdanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos” (Sal 89).
Esta celebración eucarística es la oportunidad de renovar nuestra confianza plena en Dios, Él siempre nos acompaña y fortalece en todo acontecimiento porque es solidario y cercano con nuestras necesidades. Pidámosle la sabiduría que sólo brota del seguimiento fiel para que podamos discernir, proveer, y calcular nuestras fuerzas, nuestra capacidad de trabajo y de responsabilidad y sobre todo nuestra moderación para no dejarnos llevar por los impulsos y caprichos; sino por la sabiduría que proviene de Dios. Sólo así, podremos saber cuál es su voluntad.