Domingo 27º del Tiempo Ordinario

Podemos ver como la palabra de hoy nos invita a salirnos de toda disputa política para tener una mirada de fe sobre el mundo y nuestro País. Ante el cuestionamiento fuerte que hace el profeta Habacuc a Dios sobre el mal y la injusticia que llevan al desespero y a la muerte, el Señor le responde contundentemente: "El malvado sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad" (Ha 2,4). Podríamos preguntarnos: ¿quién es el malvado?, o ¿quién es el justo?. Tal vez, al intentar contestar estos interrogantes podemos caer en la tentación de identificar al malvado como aquel que piensa distinto a nosotros y considerar que el justo es aquel que se identifica con nuestros ideales y formas de pensar; sin embargo, el cristiano, como lo afirma la carta a Timoteo que hemos escuchado hoy; siempre ha de suplicar que se reavive en la vida el don de Dios, de tal manera que compartiendo con todo tipo de personas, se pueda vivir en un espíritu de fortaleza, amor y buen juicio.
Hoy, más que nunca, nos unimos al clamor de los apóstoles a Jesús en el evangelio: "Señor, auméntanos la fe" (Lc 17,5). No podemos permitirnos pensar que nuestro País y nuestro mundo van a sucumbir frente a las acciones del mal. En toda situación y en todos los momentos de la historia el Señor nos invita a tener una fe tan fuerte que sea capaz de creer que el Dios del universo, el Dios que habita en nuestro País puede arrancar el mal del corazón de todos, en especial del malvado y poderoso. Dios llama a la conversión al que se proclama "no necesitado de Dios". A todos los que nos ha tocado vivir esta época caracterizada por ser "época de transición y de cambios profundos" estamos llamados a aumentar la fe en Jesucristo, fe que nos lleve a seguir proclamando con nuestra vida el reino de Dios como signo de victoria sobre el mal y la injusticia. Con toda seguridad, la certeza absoluta de reconocer que somos "siervos inútiles" que solo "hemos hecho lo que teníamos que hacer", sea el legado, la herencia más importantes que dejemos a nuestros hijos, a las actuales generaciones que regirán los destinos de nuestra nación. Se trata entonces de cimentar la confianza en el proyecto salvador de Dios, de sembrar la semilla poderosa que si se le permite crecer en el corazón de todos los colombianos produce paz, reconciliación y justicia para todos. Que la Santísima Virgen, nos acompañe siempre para proclamar la confianza en Dios que favorece a los que sufren y a los humildes de corazón.