Martes Santo

7 de Abril de 2020

Isaías 49,1-6 Salmo 71 Juan 13,21-33.36-38

"Yo soy valioso para el Señor, y en Dios se halla mi fuerza" (Is 49,5b).Sólo desde esta absoluta certeza que transmitía la tradición profética podemos vivir y entender la intensa escena del evangelio de este Martes Santo. Hasta este momento, la Palabra nos contaba la fuerte tensión que existía entre Jesús y su comprensión del Reino de su Padre, y las autoridades religiosas judías de su tiempo. Pero de aquí en adelante el evangelio del discípulo amado nos trasladará a las actitudes y decisiones que asumen los discípulos de Jesús frente al Maestro; veamos tres de esos discípulos.

El discípulo que se recuesta en el pecho del Maestro y que tiene una comunicación íntima con Jesús; sólo este discípulo reconoce los designios del Señor porque su comunicación es de corazón a corazón. Incluso los otros le piden que sea él quién interceda por ellos: "Simón Pedro le hizo señas para que le preguntase a quién se refería. El discípulo que estaba recostado sobre el pecho de Jesús le preguntó..." (Jn 13,23)

"Judas, después de recibir el trozo de pan mojado, salió inmediatamente. Era de noche"(Jn 13,30). El signo que realiza Jesús a Judas de dar un trozo de pan, expresa en la cultura Judía el amor deferente que le tiene el Señor. Frente a este amor, Judas decidió aceptar mejor al mal y permitir que lo invadieran las tinieblas: "cuando Judas recibió aquel trozo de pan mojado, Satanás entró en él" (Jn 13,27).

Y el tercer discípulo nos lo muestra Jesús cuando le dice a Pedro: "Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; algún día lo harás" (Jn 13,36). No basta la emotividad de Pedro para seguir al Maestro; es necesario amar radicalmente, de la misma manera que lo va a hacer Jesús glorificando al Padre del Cielo y permitiendo que el Padre del Cielo lo ame profundamente en el misterio del dolor y la iniquidad.

Tenemos entonces en este día para nuestro caminar de discípulos los ejemplos de estos tres apóstoles; podríamos revisar qué de ellos hay en nosotros, pero sobre todo, renovar el fuerte amor de Jesús hacia nosotros, que aún en los momentos más difíciles, confirma el Amor del Padre,Amor que sólo pretende salvarnos y darnos vida, y vida en abundancia.