IV Domingo de Cuaresma

22 de Marzo de 2020

Qué tal esta frase del profeta Samuel a Jesé en la búsqueda del nuevo rey de Israel: “No te fijes en su aspecto ni en su gran estatura….La mirada de Dios no es como la del hombre: el hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón” (1S 16,7). Después de recorrer un importante camino en la cuaresma, la Palabra nos ha hecho ver la necesidad de darle un giro a nuestra vida, de adquirir una mirada diferente aprovechando el camino de conversión que ofrece este tiempo. Ese mirar todo desde Dios para no caer en tiniebla, será el centro del mensaje de este domingo.

Los cristianos de los orígenes pudieron entender rápidamente que Jesús es la luz del mundo, que realmente Dios se manifestaba con todo su poder en las palabras y obras que realizaba el Señor Jesús, realmente su mirada poseía las mismas características divinas y traspasaba el corazón, no se quedaba en lo superficial. Pudieron constatar que: acercarse a Él, seguirlo, hacer lo que Él pedía, era garantía total de salir de las tinieblas y de la apariencia en la que su mundo les tentaba a vivir. Seguramente esos primeros cristianos se fascinaban por la persona y el mensaje de Jesús, de tal manera que al aceptarlo en sus vidas, veían todo de una forma diferente; consecuencia de esa experiencia transformadora era caminar con la comunidad de creyentes, luego se bautizaban y de esa manera (como el ciego de nacimiento) comprendían que la vida con Jesús los hacia más libres; sus estigmas sociales, escrúpulos moralistas y su pesada carga de tradiciones que los ubicaban dentro o fuera de la sociedad, ya no tenían dominio sobre ellos, realmente habían salido de la oscuridad, era como experimentar un nuevo nacimiento, una nueva creación: “en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor” Efesios 5,8.

Los textos de este domingo dejan ver a Jesús que devuelve la vista; sin embargo, no todo es color de rosa, no todos alrededor, aun siendo partícipes de la fe en Jesús, ven las realidades desde Dios. Hay intereses, hay dificultad para creer, pesan las maneras cuadriculadas y los estándares de la sociedad de consumo para valorar a los demás; el creyente que se deja seducir por Jesús, también experimenta resistencias fuera y dentro de la comunidad; frente a esto, la Palabra de hoy también nos da una certeza importante. Luego de la curación del ciego y de la polémica de los judíos (también ciegos) por la curación, surge otro encuentro con Jesús que fortalece la fe de este hombre y deja al descubierto la ceguera de los que creen ver.

Que resuene fruto de la meditación de esta palabra el salmo 23 (22): “El Señor me conduce hacia fuentes tranquilas” aun caminando por valles tenebrosos, el Señor siempre está con nosotros.